Carrington: Rebeldía, Locura, Libertad.

                       La pérdida de Leonora Carrington es lamentable debido a la gran mujer que fue, pero es poco lo que se conoce más allá de sus pinturas; era una artista multidisciplinaria que vivió con la convicción de que la única forma en que se expresaría sería a través del arte. Siempre mostro una increíble personalidad llena de libertad y nunca satisfecha con lo que lograba, siempre en búsqueda de algo más.

Desde pequeña mostró una increíble avidez para vivir, rechazaba el mundo de los adultos, el mundo de las reglas y los deberes. Su infancia fue un momento muy importante en su vida y la vivió plenamente, y ese convivir con su madre la impregnó con mitos y leyendas celtas, mundos oníricos y fantásticos que se reflejaron en la mayoría de sus obras.

Su espíritu inconforme provocó en ella un rechazo al estilo de vida inglés; necesitaba ser libre, no podía permanecer en casa bajo las ataduras de una educación permeada por sus padres. Y fue esta rebeldía la que la llevo a incursionar en el arte, tenía la necesidad de expresar todo lo que su mente creaba. Gracias al apoyo de su madre logra terminar sus estudios en La Academia Ozanfat de arte en Londres, donde obtuvo la formación para iniciar su vida como artista.

Sus primeras creaciones fueron pictóricas. En éstas, se logra ver una gran influencia del renacimiento, de pintores como el Bosco. A la edad de dieciséis años vive un momento crucial al asistir a una exposición donde tiene su primer contacto con el surrealismo en la obra de Max Ernest, con quien inicia una relación sentimental que termina en un viaje a Paris dejando todo por sus sueños.

La relación con Ernest fue factor determinante en su formación artística, provocó en Carrington sensaciones que condujeron su vida a los terrenos del surrealismo y le brindó la oportunidad de convivir con grandes figuras como Duchamp, Dalí y Breton al tiempo que la llevó a un intercambio estético que la enriqueció enormemente; reflejo de ello fue la exposición en Paris y Ámsterdam de la cual fue partícipe.

El lenguaje pictórico de Leonora denota temas como la mitología celta, el simbolismo alquímico, budismo, vida y muerte…todo en aspectos surrealistas, pero que con el paso del tiempo irían madurando hasta lograr un estilo propio, excluyéndose de etiquetas.

Estuvo viajando constantemente, era un estilo de vida que poco a poco fue fraguando y que provocó que acumulara experiencias, quizá un tanto extremas, que supo aprovechar en su arte; su mundo, su vida particular fueron llevados a su obra.

Por motivos sociopolíticos, específicamente por la Segunda Guerra Mundial, Carrington es obligada a partir a España donde termina en un hospital psiquiátrico a consecuencia de una fuerte depresión y crisis nerviosas. Pero no lograron retenerla por mucho tiempo, ya que escapa hacía otra ciudad europea, Lisboa, donde conoce al diplomático mexicano Renato Leduc.

Inicia con Leduc una nueva relación sentimental que la lleva a México, lugar donde encuentra una gran riqueza cultural que la enamoraría increíblemente y donde consigue un poco de tranquilidad para su vida, un tanto ajetreada hasta entonces. Con el fin de su relación con Leduc y el matrimonio con el fotógrafo húngaro Emerico Chiki Weiz, padre de sus dos hijos, se establece en este país.

En México encuentra un abanico de oportunidades para seguir desarrollando su increíble talento, en parte gracias a los mecenas Peggy Guggenheim y Edward James, sin ninguna preocupación. Dejó de lado la vida pública pues eso nunca le interesó, posiblemente esto fue lo que la separó de sus contemporáneos como Khalo, Rivera o Siqueiros a los cuales no frecuentaba,  ella sólo quería dedicarse a lo que le gustaba y sabía hacer muy bien: crear.

Es también en este país donde tiene su mayor producción artística siendo la pintura la más conocida; Carrington afirmaba que al pintar esta la mano directa del creador, no existen intermediarios y eso le da plena libertad de hacerlo. Así mismo, incursionó en otros rubros artísticos como escultura, obra gráfica, literatura y diseño.

Esta creciente producción la lleva a presentar varias exposiciones, una de las más importantes en la galería Pierre Matisse de Nueva York, ciudad que alternó con Chicago y México, tal y como sus residencias en los últimos años, y a obtener reconocimientos como el  “Premio Nacional de Ciencias y Artes de México” y “La Medalla de Oro de Bellas Artes” o la condecoración de la  “Order Of The British Empire” en Inglaterra de manos de la reina Isabel II.

Su obra siguió plagada de ámbitos oníricos y mágicos provenientes de su infancia y experiencias de vida, donde muestra una relación de misticismo entre realidad y fantasía que obtenía al realizar una introspección para crear seres y lugares provenientes de otros mundos reflejados en sus trazos que, si bien no siguen un razonamiento lógico, se muestran con cánones de una estética innegable.

Todo lo anterior se fundió en la mente de la pintora con el bagaje cultural del México prehispánico y contemporáneo, siendo el mural “El mundo mágico de los mayas” una muestra de ello.

Como mencione al principio, quizá sea lamentable la muerte de esta artista, aunque pensándolo bien creo que fue necesario. Carrington exprimió todo lo que México le ofreció y ya no necesitaba estar aquí; como lo hizo siempre, esa búsqueda, ese deseo de ir por más sea una respuesta a su deceso. Pensándolo bien, Leonora  no murió,  como menciona Octavio Paz en un poema dedicado a la artista: "…un pájaro que se convierte después en pescado y desaparece"  Ella se encuentra en alguno de los mundos que creó rodeada de esas criaturas místicas provenientes de su imaginación, haciendo lo que mejor supo hacer en vida: crear.

“No creo que uno pinte para alguien; pintar debe ser semejante a hacer zapatos. Una necesidad de conectar con las partes invisibles, los lugares invisibles de la psique humana, y nos vienen las imágenes, y hay una especie de impulso de comunicarlas. Pero no pretendo  explicarlo. Que cada quien lo explique a su manera, incluyendo a los críticos de arte, en los que no creo. A cada quien le sale lo que le sale. ¿El mundo que pinto? No sé si lo invento. Yo creo que más bien es ese mundo el que me inventó a mi”.

1 comentario:

Carlos Espino D. dijo...

Bien su pequeño ensayo señor, interesante.

Ya Elena Poniatowska me dio hace algunos años una buena reseña de la vida de Leonara de la que uno, al leer sobre élla se enamora. La concibes y describes bien.

Good job.!!!