Vi una ardilla muerta a mitad del
camino. Tenía la cabeza deshecha por el impacto de una caída. Estaba en medio
de dos árboles; lo que me hizo pensar que fue una caída. Quizá intentó brincar
de una rama a otra; la distancia no era mayor a las que he visto superar con
anterioridad a otros roedores de la misma especie. Era el día que no abrían Chapultepec,
era lunes. Ahí estaba ella, muerta, desolada, con los sesos de fuera, muerta. ¿Qué
habrá pasado para que no lograra llegar a su objetivo? No tengo ni puta idea
sobre anatomía y fisiología animal, así que cualquier explicación científica ni
va a estar sustentada ni voy a creerla. Podría pensar que dentro de la ardilla,
en lo más profundo de su diminuto ser se encontraba un sentimiento de vacío,
quizá era una ardilla sin familia, sin manada, una ardilla solitaria que no
pudo soportar por más tiempo las sobras de mierda que los visitantes dejaban en
la basura y que servían de alimento para las de su especie, o ver la decadencia
del lugar a través de rastros dejados
por relaciones fallidas, de rompimientos amorosos, de relaciones inhumanas;
todo ellos mientras sigue esperando un buen ser humano que le regale un
cacahuate japonés o un pedazo de sándwich de pollo, porque los de jamón no le
gustan, es más, los aborrece. Quizá de ver como la raza humana, superior a ella
se daba en la madre, de ver a tanta
gente sola caminando por las veredas del bosque o peor aún, ver un sinfín de
parejas entregándose el uno al otro debajo de las sombras de los ahuehuetes o
de algún rincón donde las cámaras de vigilancia, que ahuevo ven todo lo que
pasa en el lugar, no los alcancen a ver; o algunas más dándose besos hipócritas
llenos de falsedad que sólo intentan completar la mentira de su relación. O tal
vez no y todo es una ilusión y no pasa nada. Lo que es un hecho es que esta
ardilla color café, con la cola negra, está tirada a la mitad del camino
adoquinado en el bosque de Chapultepec, inerte, sin vida, muerta. De ahí me
llevé el olor a muerte, la dejé seguí descansando y me fui con una ligera
sonrisa dibujada en mi rostro, me fui sabiendo que estaba muerta pero con más
vida que yo, me fui volteándola a ver por última vez mientras encendía un
cigarro.|
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