El pastel de zarzamora

 Dejo el carro frente a la casa como usualmente lo hacía, abrió la cajuela de éste para sacar su mochila junto con una bolsa negra la cual contenía en su interior la comida que tuvo que escoger él mismo debido a que nunca le contestaron el teléfono en casa para pedir sugerencias al respecto.  Junto con los paquetes de comida venía una caja color blanco con un delicioso pay de queso con zarzamora en su interior. Había discutido un día anterior por la noche con la mujer que más amaba, fue una pelea bastante fuerte; en la mañana aun enojado salió de la casa sin desayunar más que una taza de café con leche y sin despedirse.

El pastel era para disculparse por todo lo que había dicho y hecho el día de ayer. Uno enojado dice y hace cosas que no –pensó él-  Sabía que ese pay era su favorito y que lograría robarle una sonrisa para intentar volver a estar bien. Mientras abría el zaguán de la casa vio un par de macetas rotas, lo cual no se le hizo tan raro ya que los gatos del vecinos solían pelearen su patio y tiempo atrás en varías ocasiones habían roto otras macetas. Como tenía las manos ocupadas uso el pie para tratar de barrer y poder pasar sin pisar la tierra.

Abrió la puerta y dejó las cosas en el piso con mucho cuidado para que no le pasara nada al pastel. De pronto comenzó a sentir una extraña sensación que poco a poco se convirtió en un dolor de cabeza al igual que cierto frio que recorría todo su cuerpo a pesar de que el día estaba bastante soleado.

¡Ya llegué! –Gritó él- No obtuvo respuesta. La casa se encontraba de la misma manera que el día anterior, la mesa del comedor puesta igual que la última vez que cenaron en ella lo cual se le hizo raro, aunado a que todas las luces de la casa se encontraban encendidas. Dio un par de pasos y aquel dolor de cabeza volvió de una manera mucho más intensa, por un momento pensó que se convertiría en migraña, o peor aún, en otro ataque. Pero no, era un dolor de cabeza diferente, la sensación fue tan fuerte que lo dobló y terminó hincado esperando que se fuera.

Pasaron quizá quince minutos para que aquel dolor de cabeza desapareciera, se puso de pie y dio un par de suspiros para tranquilizarse, abrió su mochila y tomó un pastillero de dónde sacó un par de pastillas las cuales puso en su boca a la par que daba un sorbo a la taza con café con leche frío que estaba sobre la mesa. Volvió a caer en cuenta que nadie le había contestado llegando a casa al igual que el teléfono cuándo estaba en el restaurante. Se dirigió a la sala con la esperanza de que ahí estuviera ella. No encontró a nadie.

Quizá se fue de casa y me abandonó por la pelea que tuvimos ayer-pensó- O a lo mejor solamente se está bañando. Así que se dirigió a la recámara, se dio cuenta de que la luz de la habitación estaba encendida,  esto le dio un poco de tranquilidad, pero mientras se acercaba en silencio aquel frío que lo había acechado llegando a casa volvió aparecer y su cuerpo comenzó a  ponerse tenso,  a un par de pasos de la puerta, según su percepción alcanzó a ver que una persona pasaba a través del cuarto.

Para romper aquella sensación grito: Mínimo hubieras recogido la mesa si no querías contestar el teléfono. De nueva cuenta no obtuvo respuesta. ¿Estás ahí? –Preguntó- traje la comida y una pequeña sorpresa. Espero no estés aun enojada.
Ya frente a la habitación dio un fuerte suspiro y de golpe abrió la puerta, volteó rápidamente a ambos lados pero no encontró nada. Notó que alguien estaba en la cama cubierto con las cobijas. Su corazón se tranquilizó.

¡Jajaja, me espantaste! –dijo mientras se acercaba a aquella persona- Pero mira nada más, aun sigues dormida, supongo estás cansada de ayer ¿eh? ¡Anda! vamos a comer, ya es hora y hace hambre, traje pasta. Ya levántate y vamos al comedor. Espero por un momento y no obtuvo respuesta. Se acercó a la cama por el lado derecho y tropezó con algo en el suelo, al bajar la mirada se dio cuenta que era el teléfono y que el cable estaba desconectado.

De nueva cuenta aquella extraña sensación se apoderó de él de forma inmediata, alcanzó a sentarse en el borde de la cama a la par que una descarga de imágenes de un par de sombras llegaban a su mente….una tremenda nostalgia lo abordó. Exhaló lo más profundo que pudo, al exhalar comenzó acariciar aquella persona acostada que el juró amar de por vida por debajo de las cobijas. En efecto, ella aun se encontraba en cama, se notaba una tranquilidad asombrosa en su rostro. Perdóname, pero creo que fue necesaria la discusión de ayer, espero no te haya molestado mucho las cosas que dijimos, al fin y al cabo, hoy es otro día y un nuevo comienzo. Siempre cuidaré de ti, si quieres sigue durmiendo y guardamos la comida para la cena. – Le dijo al oído-

Quitó las cobijas del cuerpo de ella, acarició su rostro con la mano derecha y olió su pelo negro, más negro que la noche. Contempló su rostro y se acercó a sus labios, éstos eran suaves y estaban fríos, al igual que todo su cuerpo. Rozó con sus dedos sus hombros desnudos, bajó poco a poco por sus pechos dándole vuelta a los pezones  mientras que con la otra mano tomaba un pañuelo que estaba sobre el buró a lado de la cama y comenzaba a limpiar la sangre aun fresca de su pecho y las gotas que habían logrado saplpicar su rostro.  Se acercó de nueva cuenta para darle el más dulce de los besos.

Se puso de pie,  se dirigió a la ventana y la abrió, el sol entraba por ésta e iluminaba todo el hermoso cuerpo inerte de ella sobre la cama junto con la sangre que daba un brillante tono. Volteó a verla y le sonrió mientras encendía el último de sus cigarros.

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