Un
café en el Sanborns fue lo mejor que se me ocurrió para después del
trabajo. Salí como ya es rutina a las 6:45 pm, de ahí caminé un par de
cuadras hasta llegar al restaurante. No traía dinero para cenar algo, así que
sólo bebería un café. No sé cuanto tiempo estuve ahí sentado, vi entrar y salir
varios comensales. Y creo que aproximadamente tomé 6 tazas de café.
Salí
del local, ya era de noche, el cielo oscuro me lo decía. Algo se apoderaba de
mi que no podía sacarme de la cabeza desde hace un par de horas. Opté por
caminar hasta casa, una distancia bastante considerable, al fin y al cabo
mañana era día festivo y no se trabajaba. Era navidad.
Comencé
a caminar, las calles tenían bastante movimiento, se lo adjudiqué a la fecha.
Sólo quedaban 5 cigarrillos en la cigarrera, suficientes pensé yo y prendí el
primero; mientras le daba la primera fumada al cigarrillo…. No paso nada, todo
seguía igual y nada iba a cambiar.
Llegué
a casa, nada había sucedido en el trayecto a la misma, no sé, me hubieran
asaltado, atropellado, me hubiera encontrado mil pesos, qué sé yo! Pero ni
siquiera un perro me orino. Prendí el segundo cigarrillo.
Prendí
la computadora, hace tiempo había perdido la rutina de entrar a las redes
sociales. Sólo cheque mi correo, ninguna buena nueva. Entre a youtube como de
costumbre, esa noche la pieza seleccionada fue una obra de Chopin: Nocturno en
Mi Bemol mayor Op 9 Nº 2; mientras escuchaba relajado, tomaba lo último de una
botella de vino que encontré en el refrigerador.
Mi
noche se hundía entre las volutas de humo que exhalaba, los fantasmas poco a
poco comenzaron a rodearme, no lograba espantarlos. Mi cama estaba destendida
por la última aventura que había tenido el día de ayer.
Por
un momento cerré los ojos y abracé a
la soledad, esta me abrazo a mi.
Amor,
dinero y muerte. Cartas que no he recibido y muchas más que no he
mandado….cuantos pensamientos desperdiciados.
Saqué
la vieja caja de recuerdos, cosas, fotos que me a veces me recuerdan que
existí, que fui alguien…. Encontré tus recuerdos que mejor opté por volver a
guardar.
La
noche cayó, le dí la bienvenida. Me senté en la cama, suspiré y prendí el
tercer cigarro, ya no tenía vino. Me recosté y pensé: La gente de esta vida han
inventado la sociedad porque creo yo que parece que es más fácil soportar a los
demás que a ellos mismos.
No
sé que hora era, el tiempo pasaba tan lento y el destino se burlaba de mi.
Miento, siempre lo hago. Quería que alguien me engañara, que me dijeran que….
Nada, no buscaba nada de nadie.
Me
levanté de la cama y fui al sillón. Me senté. Recordé que tenía restos de una
botella de ron de la noche anterior, así que me paré y fui a la alacena, en
efecto, ahí estaba la botella.
Regresé
al sillón. Tomé un trago, la canción había terminado. Quería fugarme, tenía
tantas ganas de salir de ahí, pero no tenía a donde ir. Seguí bebiendo.
¿Acaso
era yo esa ave errante y solitaria que llora? Y que en áridos desiertos,
¿siempre va? No lo sé. El silencio comenzó a lastimarme.
Ya
me había cansado de hacerme preguntas sin respuestas, de engañarme pensando que
algún día lo lograría. Debía ser consciente de mi realidad y aceptarla.
Estaba
cansado, me fui a la cama, sólo use una cobija para no pasar frío. Mientras en
mi mente daba y daba vueltas aquel poema del escritor argentino. Y así, con ese
cansancio, me quede dormido.
Cansado,
sobre todo,
de estar siempre conmigo,
de hallarme cada día,
cuando termina el sueño,
allí, donde me encuentre,
con las mismas narices
y con las mismas piernas;
como si no deseara
esperar la rompiente con un cutis de playa,
ofrecer, al rocío, dos senos de magnolia,
acariciar la tierra con un vientre de oruga,
y vivir, unos meses, adentro de una piedra.
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