De
nueva cuenta en el downtown, dando el rol, me encontraba sobre Eje Central,
simplemente pendejeando mientras esperaba a mi primo que trabaja en Correos de
México para ir a comer como habíamos quedado. Llegué antes de lo planeado, así
que para hacer tiempo tuve la MAGNIFICA idea de meterme a la friki plaza para
hacer tiempo, sólo serían escasos 20 minutos los que tendría que esperar.
Subí
la escalera eléctrica hacia dicho lugar, ya había ido anteriormente, pero ¿qué
paso ese día? Fui absorbido por un hoyo negro que me teletransportó a otra
dimensión. Nunca dentro de la plaza en cuestión me había sentido así, pero es
que realmente estar ahí me dio ¡pavor! Puedes pensar lo inimaginable, desde las
cosas que venden, hasta las personas que te encuentras ahí.
Cuando
me di cuenta de que ya estaba sumergido en aquel universo, no me quedó otra más
que resistir, buscar la salida y de paso
observar lo que mis ojos fueran descubriendo en cada paso que daba entre
aquellos inmensos pasillos. Mi cerebro no pudo con el impacto visual y caí en
sus redes; embobado al grado de pensar: - Si esta madre hubiera estado cuando
yo fui fan from hell de ciertas caricaturas niponas, quizá me la viviría ahí y
gastaría hasta el último centavo que tuviera en mis manos- Afortunadamente regresé a mis cinco sentidos
y caí en cuenta de que sólo fue, afortunadamente, un pensamiento.
En
mi inútil búsqueda por la salida descubrí que la plaza ya no sólo es de un
piso, en su lugar me encontraba en el ¡quinto! Sí señores, en el quinto piso de
la friki plaza. ¿Cómo chingados creció tanto? Desde afuera no parece que
hubiera esa cantidad de pisos; por eso creo que dicho lugar en el que me
encontraba pertenece a otra dimensión. Seguía perdido, de pronto me encontré en
el piso donde e hayan las consolas, ya ni siquiera son maquinitas de a peso o
fichas, si no puras consolas con pantallas: X-box, PS, Wii, etc. Observé el
tipo de juegos, todos ajenos a mi conocimiento, lo más cercano a mis antiguos
videojuegos fueron, esperen, ninguno se acercaba a lo que yo alguna vez jugué.
Caminaba
entre salas llenas, en su mayoría, de adolescentes y uno que otro adulto joven,
de pronto el pánico me invadió al sentirme chavoruco jaja, pero encontré resguardo
en una vieja maquinita de arcade que vi en una esquina abandonada y empolvada
donde pude jugar KOF, pero sólo para darme cuenta de que ya no tengo nada de
práctica, perdí luego luego. Por arte de magia al voltear hacía la derecha
alcance ver unas escaleras con una hoja que tenía escrito: Salida.
Corrí
a ellas y en efecto, daban a la salida a la cual no dude ni un momento en ir. Mientras
bajaba, me preguntaba ¿Cómo fue este cambio que no lo vi venir? Logré salir de
dicho establecimiento y regresar a mi querida y caótica Ciudad de México.
Comencé a caminar tratando de digerir lo antes sucedido, mientras lo hacía,
recibí una llamada de mi primo para cancelar nuestra cita por una junta que se
le atravesó. Caí en cuenta de que estaba en la calle de Donceles y justo al
colgar el celular, frente a mi se encontraba un bar, de esos de mala muerte: La
Escena, llevaba por nombre.
Dos
lagartos helásticos fueron los elegidos como compañeros para que este, su
querido narrador escriba lo sucedido ese día.
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